Conocer el pasado puede ayudar a comprendernos donde estamos parados, y si además la ciencia y los avances tecnológicos (sumado a nuestros expertos) pueden extraer valiosa información de hechos ya consumados, bienvenido sea. Este es el caso de Pompeya, ciudad enterrada por cientos de años, pero que tiene muchos más para contarnos.
La ciudad enterrada
Como es sabido, Pompeya era una ciudad del Imperio Romano ubicada en la región sueña de la Campania y que en el año 79 de nuestra era fue enterrada bajo las cenizas y las piedras pómez luego de la erupción volcánica del Vesuvio y que, recién en los años que van del 1738-1748 fue descubierta y se comenzó a sacar a la luz esta joya perdida en el tiempo.
Cuando pienso en la ciudad y en la calamidad que la azotó, mi mente se va enseguida a los cuerpos fosilizados de hombres, mujeres y niños que murieron ahogados en los gases tóxicos y luego, las altas temperaturas los inmortalizaron en sus muertes. Gracias a los cientos de arqueólogos e historiadores sabemos su historia, pero es el día de hoy que varios grupos de expertos en vulcanología nos explican los fenómenos volcánicos más de cerca.
Un mina de conocimiento
Como sitio arqueológico, no hay muchos en Italia (o en el mundo) que pueden presumir de comprender una ciudad completa y algunos habitantes casi intactos, ambos con un nivel de conservación deslumbrante. Pero resulta que, además del valor histórico que esta ciudad romana posee, también encierra un valor científico y que gracias a los expertos y las tecnologías modernas puede ser aprovechado al máximo de su potencial.
En este caso, el objeto de estudio de los expertos fueron las corrientes piroclásticas de la erupción volcánica que sumergió la ciudad en la oscuridad y el olvido por cientos de años. Este fenómeno no es otra cosa que el flujo de materiales compuestos por sólidos y gases que son expulsados por la erupción de un volcán a grandes velocidades y temperaturas, lo que en el caso de Pompeya, resultó en catástrofe.
La idea del trabajo realizado por la universidad de Bari en conjunto con instituciones nacionales e internacionales era armar un modelo teórico para poder calcular cuanto fue que duraron las corrientes piroclásticas en el caso particular de la erupción del 79 d.C. La conclusión a la cual se llegó luego de calcular variables tales como el terreno y la distancia (entre otros) es que, estas corrientes duraron entre 10 y 20 minutos.
Para nosotros que no somos expertos en la materia, puede que no signifique nada sacar esta cuenta, pero en realidad este tipo de experimentos y modelos teóricos pueden ayudar a prevenir desastres y salvar miles de vidas, cosa que los habitantes de la ciudad romana hubieran agradecido. Así que, nosotros felicitamos a los científicos involucrados en el proyecto y estamos orgullosos que los datos de la erupción de Pompeya después de miles de años, ayude a resolver problemas modernos.
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